Que el alcohol está perdiendo su imagen de producto rebelde y cool entre los jóvenes lo sabíamos: la Generación Z es el primer grupo de edad que consume significativamente menos alcohol que las generaciones precedentes.
Sin embargo, este cambio en el comportamiento por parte de la población joven está generando un cambio de actitud en el resto de grupos de población: el pasado año, por vez primera, el alcohol se consideró más dañino para la salud que neutral. A la vez, la percepción de que el alcohol es bueno cayó a un mínimo histórico.
En la opinión pública española hay referentes indiscutibles que hablan públicamente del hecho de que no beben alcohol, como David Broncano o Ibai Llanos.
A nivel internacional incluso Spider-Man, el actor británico Tom Holland, ha hecho públicos sus problemas con el alcohol… lo cual parece que ha acabado siendo una hábil estrategia para lanzar su propia marca de cerveza sin alcohol.
Siendo así el estado de opinión, no es de extrañar que el consumo de alcohol entre los jóvenes se esté desplomando frente a generaciones precedentes.
Incluso se están desmontando mitos fundacionales de la Historia de España como que una copa de vino al día es buena para el corazón.
Entonces, ¿beber con moderación también es malo?
La semana pasada, el equivalente a nuestro ministro de Sanidad en Estados Unidos ha denunciado públicamente la necesidad de identificar a las botellas de alcohol con distintivos que alerten de su impacto en el desarrollo de cáncer, igual que sucede con el tabaco.
A raíz de esas declaraciones, un reciente reportaje en la revista The Atlantic revisaba toda la investigación que se ha hecho acerca de los efectos del consumo moderado de alcohol en la salud de las personas.
El autor del texto, Derek Thompson concluye que, mientras el consumo en exceso de alcohol es sin duda dañino para el ser humano, no existen estudios concluyentes que determinen si una copa de vino con la cena tiene un impacto negativo en la salud del consumidor.
Lo único que sí queda claro es que una copa de vino con la cena no tiene ningún impacto positivo… más allá de la evasión y el estado de bienestar que provoca el alcohol.
Más allá, una de las fuentes del reportaje, el investigador Tim Stockwell, hace eso tan norteamericano que es ponerle cifras a la cosa: cada copa reduce nuestra esperanza de vida en cinco minutos. Eso sí que es un titular para una campaña del Ministerio de Sanidad.
Aunque quizás, como concluye el propio Thompson, la vida no debería consistir en evitar cualquier actividad con un mínimo de riesgo asociado.
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