Vamos allá, y que aproveche.
Comer con los ojos
A whopping 75% of restaurant traffic consists of takeout orders
El dato viene de la National Restaurant Association de Estados Unidos, pero no por ser gringo deja de ser tremendo. Aproximadamente la mitad de todos los consumidores norteamericanos consideran que las comidas para llevar o en el drive thru son “una parte esencial de su estilo de vida”.
Y cuanto más jóvenes, más importancia le dan a llevarse la comida puesta.
El consultor Tom Goodwin se preguntaba el otro día en Twitter cómo es posible que la gente cocine tan poco:
Muchas de esas ocasiones de delivery acaban combinando comida para llevar con una actividad de ocio en casa como el gaming o el streaming. Tanto es así, que el mismísmo CEO del grupo cervecero Asahi ha señalado al ocio digital como la principal amenaza para el negocio de las cervezas.
Ha sonado como cuando Reed Hastings decía que Netflix competía con el sueño, o como cuando las alcoholeras se quejan de que los chavales no beben, y la realidad es que prefieren ir al gimnasio y ligar en una app antes que estar borrachos en un bar random a las tantas de la madrugada.
Cada vez más, las marcas compiten por el tiempo de la gente y menos contra opciones alternativas en su misma categoría.
Una señal débil aquí: la gente que se empieza a quitar las aplicaciones de envío de comida a domicilio porque les acaban volviendo demasiado perezosos para salir de casa. Comportamiento hoy de nicho que quizás mañana lo deje de ser.
Mientras tanto, la IA ha llegado al mundo de la cocina, y lo demuestra Google con su experimento Food Mood, que permite fusionar diferentes tipos de cocina para crear recetas originales.
Un reportaje en The New York Times explica que, a base de probar nuevos sabores de manera permanente, nos estamos pasado de refinados con nuestros paladares. ¿Llegaremos al punto en el que lo gourmet volverán a ser recetas de toda la vida como unos spaghetti con tomate?
Es más, la psicología explica que al cerebro humano le sienta mal cuando se le ofrecen demasiadas opciones, y quizás por ello donde parece que funciona bien la restauración es en los nichos. En Le Monde llaman “bar à concept” a esos locales que sólo ofrecen una cosa, pero presumen de ser los mejores en ello. Sea esa cosa el escalope cordon bleu o pasta en forma de conchitas.
En el mundo fast food quick service restaurant, Papa John’s se sube a la ola de las dirty sodas con una bebida a base de pepperoncini como los que regala la cadena con cada pizza. Es sorprendente que nadie haya hablado de la batalla de las pizzas entre “El secreto está en la masa” vs “Mejores ingredientes, mejor pizza”.
Mientras tanto, Donald Trump se fue de gira por Oriente Medio pero se llevó con él su propio McDonald’s portátil… como si en Arabia Saudi no hubiese McDonald’s (según la web de la compañía, hay 267 restaurantes de la marca).
La historia triste del mes viene por la quiebra de Weight Watchers, que ha acabado cerrando después de ser incapaces de seguir siendo relevantes en un cambio de paradigma.
Repasemos: Weight Watchers nació en un momento en el que el consumidor (sobre todo las mujeres) buscaban adelgazar, de ahí su nombre.
Cuando la nutrición pasó a estar bajo la lupa y la lógica pasó de perder peso para estar delgado a comer mejor para estar más sanos, el naming de la compañía empezó a ser un lastre. El éxito de los tratamientos GLP-1 tipo Ozempic o WeGovy fue el último clavo en el ataúd de la compañía.
Por eso, en 2018 Weight Watchers se convirtió en WW… que no quiere decir nada en la cabeza de la gente.
Recordemos que apenas hace una década que Oprah Winfrey adquirió un 10% del capital de la compañía y la acción de WW se disparó de valor…
Irónicamente, el futuro de WW pasa por un acuerdo con una compañía que vende… tratamientos GLP-1.
Comer con la cabeza
Dan Frommer en The New Consumer se interroga por la relación entre cómo de saludable y cómo de felices nos hacen diferentes tipos de comida, y lo mapea aquí debajo:
Lo interesante es que casi toda la comida aporta un cierto grado de felicidad (con las gloriosas excepciones del caviar, la cerveza sin alcohol y los refrescos sin azúcar).
Entre la comida que más feliz nos hace, está la comida alta en grasas o azúcares, que nos hace feliz a pesar de ser poco saludable (comida rápida, snacks) y la comida muy saludable, que nos hace feliz porque nos gusta y además es saludable.
Por géneros, a los hombres les hace más feliz que a las mujeres la cerveza y a ellas les sucede igual con la ensalada y el queso cottage.
Y un último corte interesante: cómo varía la percepción de unas y otras comida en función de la generación.
La industria del chocolate tiene un problema, porque la gente joven lo pone al nivel de la comida rápida o el helado, mientras que los mayores lo sitúan como tan saludable como la pasta. En cambio, el chocolate hace a la Generación X más feliz que cualquier otro producto a cualquier otra generación.
Un producto que no aparece en el estudio son los cereales de desayuno. Cualquiera asumiría que se han movido hacia la derecha en el eje de “healthy” en los últimos años, ¿verdad? Pues bien, un estudio publicado en la prestigiosa revista médica JAMA demuestra que se han movido hacia la izquierda:
El estudio reveló que el contenido total de grasa por porción de los cereales de desayuno recién lanzados aumentó casi un 34 % entre 2010 y 2023, y el contenido de sodio aumentó un 32 %. El contenido de azúcar en los nuevos productos aumentó casi un 11 %, según el análisis.
¿Hambre de más?
El restaurante Shirokuro en NYC es una belleza.
Gracias por su visita.
Por si alguien se pregunta cómo está la cosa en España.